El pelo de la nuca se le encrespaba con el viento. Acababa de salir de la peluquería y lo habían esquilado como si fuera una oveja. El frío hacía meya en sus orejas y el cuero cabelludo, antes tan calentito, ahora parecía que temblaba a cada paso.
Un sonido muy conocido llegó a su cerebro atravesando el enorme glaciar en que se estaba convirtiendo su cuerpo. El móvil vibraba al ritmo de la música, o eso fue lo que pensó nuestro protagonista. Después de sacar la mano del guante, cogió el aparato y descolgó con la misma habilidad que si lo hubiese hecho un millón de veces seguidas.
-«¿Diga?»-
-«Hola, amor. ¿Te pillo en buen momento?»- Una voz grave y varonil entró en el consciente.
-«Sí, macizo, ¿pero no se suponía que estabas en Australia?»-
-«Me marcho pasado mañana. Eres un despistado…»-
-«Bueno, ya sabes que tú voz me puede, si hay veces que me lo tienes que repetir varias veces para que me entere…»- Seguir leyendo